Cómo es un perro de terapia

Un perro de terapia no tiene que ser de una raza determinada, aunque hay algunas razas, como el Golden Retriever o el Labrador, que por su carácter suelen ser adecuados. Esto no significa que todos los Golden sean aptos, o que deban ser perros de raza. Hay perros mestizos que son excelentes compañeros de sesión. 

Lo que sí es imprescindible es que sean sociables, que les guste jugar, que estén dispuestos a aprender, en una palabra, que disfruten realizando intervenciones asistidas. Para un perro de terapia, el rato de las sesiones debe ser un momento divertido, no lo debe ver como un castigo o una obligación. 

Debe estar sano, si tiene alguna enfermedad que le cause dolor, podemos estar perjudicándole si le obligamos a hacer sesiones, además de que no disfrutará con el juego y el contacto con las personas. Algunas patologías se pueden transmitir a las personas, se les llama zoonosis. Lógicamente, un perro con alguna de estas enfermedades no puede participar en las intervenciones asistidas por el riesgo que supone para las personas que participan, y más teniendo en cuenta que frecuentemente se tratará de personas mayores o pacientes con un sistema inmunológico deprimido. Los cuidados veterinarios del perro de terapia deben ser aún más meticulosos que en nuestros perros de compañía.

Los perros de terapia no deben tener una cantidad excesiva de horas de sesiones para que puedan descansar. No hay que olvidar que los perros necesitan más horas de descanso y sueño que los humanos. 

También hay que valorar las preferencias de las personas que van a asistir a la sesión. Podría ocurrir que se sientan asustados por un perro grande (caso muy habitual en personas con fobia a los perros), o bien que prefieran un perro con los labios caídos, ya que los perros con los belfos retraídos a los que se les ven mucho los dientes pueden ser más intimidantes.El objetivo y tipo de sesión que vayamos a realizar, también puede influir en cuál es el tipo de perro más adecuado. Por ejemplo, si queremos que un niño apoye su cabeza en el tórax del perro para escuchar su corazón, necesitaremos un perro grande con un autocontrol muy trabajado. Pero si preferimos que el partícipe de la sesión coja al perro en brazos para peinarlo o acariciarlo, necesitaremos un perro pequeño al que le guste el contacto humano.